jueves, 24 de marzo de 2011

Unión Pontonera. Un partido para un pueblo – Capítulo IV

A parte de lo puramente anecdótico, parecieron las primeras críticas constructivas (independientemente de la intención de que así fueron por parte del las formulaba) que giraban en torno precisamente a las mismas dudas que se nos plantearon a nosotros mismos al principio de todo. ¿Por qué sólo de Pontones? ¿Por qué ese nombre tan provocado o tan restrictivo? Las respuestas eran muy concisas: porque somos de Pontones, porque sólo Pontones sufre las consecuencias de una pérdida de independencia municipal. Porque juntos nos van a escuchar como pueblo que somos. Esto, e incluso tan sólo con la primera de las razones, ya convencía a mucha gente. Sin embargo otros eran reticentes, y los más críticos se aferraban a las matemáticas para defender que el proyecto era inviable por el número de votos a poder conseguir. Quizás no eran conscientes, y hoy lo pueden comprobar, que esto de la política no se trata solamente de sacar más votos que tus contrincantes (aún más, ni tan siquiera hay que tener adversarios a priori). Uno más uno no son siempre dos. Y que no se trata de perder o ganar simplemente.

Otra de las lógicas objeciones eran las dudas sobre la honestidad de nuestras intenciones. Un pueblo que llevaba 32 años (o muchos más, según se mire) sin abrir la boca, es lógico que se acostumbre a que nadie se mueva por él, y a que si lo hace lo haga para beneficio propio. La concepción en este sentido de la política en Pontones era muy pobre y falta de referentes. Ahora es fácil demostrar que se equivocaban con nosotros, que no hemos querido ni dineros ni trabajo ni alcaldías ni sueldos o liberaciones laborales, sino acometer los puntos de nuestro programa electoral. “No hemos entrado en política para vivir de ella” decía uno de nuestros lemas. Y siempre hemos sido fieles a esto.

Hubiera bastado promocionar los numerosos desvelos que sufrimos para llegar a constituirnos y presentarnos legalmente a unas elecciones sin el respaldo de ningún aparato político a nivel nacional, autonómico o provincial, ni tan siquiera comarcal. Sin asesoramiento, con poquísima información, tan sólo con la Ley Electoral en la mano, nos vimos inmensos en la abundante burocracia que conlleva presentar una lista a unas elecciones. Unos cuantos viajes a Jaén y más de una decena a Villacarrillo tuvimos que hacer para poder cumplir con los trámites que la ley exigía. Después desde el día 2 de abril en el que se convocan las elecciones, fue necesario nombrar los representantes ante las diferentes juntas electorales, central, provincial y de zona, presentar la candidatura, solicitar lugares y fechas para mítines y colocación de publicidad, nombrar el administrador, luego los interventores y apoderados, apertura la cuenta bancaria electoral y recoger personalmente en Villacarrillo todas y cada una de las comunicaciones que la Junta Electoral de zona nos transmitía. Todo esto hizo que descuidáramos en muchos casos nuestras obligaciones cotidianas.

Por este precio pagado mereció la pena. Compramos con ello nuestra total independencia, nuestra libertad y el privilegio de no tener que supeditar ni tan siquiera el más mínimo de los detalles a otros intereses que no fueron los de Pontones. Es por todo ello que hemos tenido en todo momento la conciencia tranquila.

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