domingo, 19 de diciembre de 2010

Breve Historia de Pontones – Capitulo II

La independencia eclesiástica no se alcanza a la misma vez que la municipal. Pontones continúa teniendo una ermita en Pontón Bajo y otra en Casas de Carrasco, dependientes ambas de la parroquia de Segura de la Sierra. Finalmente en 1898, y tras un largo proceso en el que los vecinos se unieron insistiendo en el obispado, luchando nada menos que durante 61 años, se consigue la emancipación como parroquia independiente.

Durante esta época y los años siguientes, hasta 1924, se da como en muchas otras localidades rurales del país el fenómeno conocido como caciquismo, que tendrá repercusiones negativas muy importantes para sus habitantes. Fruto de ello es el aislamiento que sufre nuestra localidad, en una época en la que los ambientes urbanos empiezan a descollar. Sirva como ejemplo un dato: en 1924, de los 2600 habitantes con los que contaba Pontones, sólo 296 sabía leer y escribir, y es que a los gobernantes de la época les interesaba que la gente no adquiriera la cultura necesaria para salir de la situación en la que se encontraban, que a menudo eran la miseria y subyugación. Es de destacar que en este periodo se producen descensos demográficos importantes.

A partir del año 1923 se produce un cambio de régimen en nuestro país, la dictadura de Miguel Primo de Rivera, también llamada “dictablanda” en la que aparte de algunos disturbios obreros, se inició una etapa de relativa prosperidad, impulsada principalmente por el auge de las obras públicas que, en la zona de Pontones, trajo empleo e infraestructuras como la construcción de la carretera que pasa por la localidad y la proyección de la famosa carretera de la Ballestera, que más de 70 años después, se ha hecho realidad.

Pero como se verá a continuación, unido a un momento de prosperidad como el de la época de 1923 a 1930, y los años siguientes, encontramos una de las notas más negativas de nuestra Historia. Se plantea la construcción del embalse del Tranco, el cual acarrea la expropiación de la fértil vega del Guadalquivir perteneciente a Pontones y a Hornos. Y no es que se quiera mantener una cerril oposición a la construcción de embalses, que de hecho redundan en el beneficio del país, sino que por ello Pontones no recibió apenas ni las migajas, a cambio de inundar para siempre parte de su término, y como es lógico el despoblamiento de ciertas zonas.

A tenor del padrón municipal de Pontones por esta época, en aumento considerable, es de imaginar que en esos años no se percibiera la amenaza creciente que el municipio estaba ya sufriendo por parte del estado.

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